Historia de un pueblo
Es éste un pueblo emboscado, escondido en el lugar más recóndito al abrigo de robles y hayas. Sus gentes trabajaron durante siglos la madera. Elaboraban puertas de haya, escaleras de mano, carretillos y otros objetos, que luego vendían en una ruta que les llevaba por la Valdavia hasta Sahagún, y a veces más lejos, a la provincia de Valladolid. Allí vendían sus productos y allí compraban vino, legumbres y trigo. Aquella tradición centenaria se perdió a mediados del siglo pasado, cuando también se dejó de fabricar el carbón de leña que se preparaba en el monte Canabijel.
En Rebanal pueden verse restos de la arquitectura tradicional y también alguna casa solariega. Pero sin duda su tesoro más preciado es la bella pila bautismal románica del siglo XII de la iglesia parroquial del Salvador.
Rebanal disfruta sus fiestas de las Nieves y el Cristo el 5 y el 6 de agosto, cuando también celebran unas interesantes jornadas culturales, aunque antaño la fiesta se celebraba en el mes de noviembre. En este pueblo nació el Padre Santiago Díez, misionero y autor del primer catecismo católico publicado en la India.
Fue la localidad de Cervera, municipio al que actualmente pertenece Rebanal (hasta que nos desanexionemos), uno de los pasos de obligado tránsito para los romanos, a través de una calzada que unía la Meseta con las tierras cántabras. Corrió Cervera una suerte similar a los cántabros por ser villa fronteriza con ellos, con invasiones y saqueos; vivieron sus habitantes en castillos roqueros y en pequeños núcleos de población. Cervera siempre contó con una gran importancia política en los siglos X y XI y fue alfoz y cabeza del territorio. Ya en el año 818, se cita a la localidad como “Cirbaria”, en la fundación del monasterio de San Pedro de Naroba en la Liébana cántabra.
Sufrió Cervera una gran despoblación durante la invasión musulmana y en el siglo XI parece fue repoblada por dos monjes lebaniegos y anexionada posteriormente a uno de sus monasterios. Fue asimismo antigua cabeza de la merindad del Condado de Pernía.
Alfonso IX cedió a su hijo la Pernía, Liébana y Cervera que pasaría a formar parte de la merindad de Aguilar.
Los pobladores de Cervera, al avanzar la Reconquista, fueron bajando gradualmente de los altos y castillos a residir a la llanura, época en la que aumentó la población de Cervera, se encauzaron sus ríos, etc.
Desempeñó esta villa un importante papel en los avatares de la Reconquista y los heroicos guerreros cerveranos participaron en la conquista de Baeza de 1227, por lo que la villa recibió ciertos privilegios y mercedes. De tal hazaña histórica provienen sus símbolos heráldicos, las armas reales leonesas y la bordura en rojo con ocho aspas de oro. Alfonso XI (1312-1350) concedió a Cervera aquel famoso apodo de “valor y lealtad” debido al honor y gloria mostrados por sus hombres en la batalla del Salado.
En lo eclesiástico, fue Cervera en origen del obispado de Asturias y, desde el siglo X, pasaría al de León, al que ha estado vinculado hasta el 1 de marzo de 1955 que sería incorporado al de Palencia.
Ya en 1379, Pedro Fernández de Velasco, Señor de Herrera, extendía su señorío a Cervera. De ser esta villa de señorío de los Velasco pasó al Conde de Siruela, habiendo sido el primer conde Fernando de Velasco en 1447, fundador del convento de San Agustín y abuelo del primer Condestable.
Goza Cervera de una cierta característica singular y pintoresca a modo de convergencia entre Castilla y Cantabria, destacando varias casonas hidalgas, bellos soportales y escudos de los Calderón, los Cossío, Vélez de Cossío, Inguanzo, etc. Según el Censo de Floridablanca de una población cerverana de 800 habitantes, 84 eran hidalgos, desde luego, personas muy influyentes en la vida social, económica e histórica de la villa.
Entre los hidalgos que más brillaron en Cervera fueron los de la familia Gutiérrez de Mier, polarizadores de la vida social y religiosa de la villa, que habían venido de las cercanías de Covadonga; ese linaje se estableció también en la cántabra Cabuérniga, otros en Camasobres, Los Redondos y de aquí emigraron a México –uno de ellos sería el bisabuelo del Príncipe de Mónaco, Rainiero; otros vinieron a Cervera, como fue el fundador de la capilla de Santa Ana, de finales del siglo XV: Gutiérrez de Mier, que fue además el gran impulsor de la riqueza artística de Cervera, fiel servidor de los Condestables y sobre manera de Doña Mencía de Mendoza, esposa del Condestable; fortaleció su mayorazgo ese personaje comprando bienes en Burgos, sus alrededores y sobre todo en Cervera. Mientras estaba en la batalla de Granada, su esposa, Doña Mencía, planeaba la construcción de la Casa del Cordón de Burgosasí como la capilla de los Condestables en su catedral. A la vez, su súbdito Gutiérrez de Mier, levantaba el palacio de Cervera, hoy museo de Piedad Isla; y construía, junto a su mujer Isabel de Orense, en 1513, la capilla de Santa Ana con su valioso retablo en cuyo banco se encuentra la valiosa tabla de Juan de Flandes con dos bajorrelieves: en uno, Santa Elena y, en el otro, San Andrés con su Cruz aspada.
La magnífica iglesia parroquial, dedicada a Santa María del Castillo, domina el poblado desde una colina, y parece haber sustituido a otro templo más rústico y humilde. Más adelante el cura, Pedro González de Pineda, inició las obras de construcción de otro templo, acorde con la riqueza de esa capilla, obras que se alargarían hasta el siglo XVII.
En Rebanal pueden verse restos de la arquitectura tradicional y también alguna casa solariega. Pero sin duda su tesoro más preciado es la bella pila bautismal románica del siglo XII de la iglesia parroquial del Salvador.
Rebanal disfruta sus fiestas de las Nieves y el Cristo el 5 y el 6 de agosto, cuando también celebran unas interesantes jornadas culturales, aunque antaño la fiesta se celebraba en el mes de noviembre. En este pueblo nació el Padre Santiago Díez, misionero y autor del primer catecismo católico publicado en la India.
Fue la localidad de Cervera, municipio al que actualmente pertenece Rebanal (hasta que nos desanexionemos), uno de los pasos de obligado tránsito para los romanos, a través de una calzada que unía la Meseta con las tierras cántabras. Corrió Cervera una suerte similar a los cántabros por ser villa fronteriza con ellos, con invasiones y saqueos; vivieron sus habitantes en castillos roqueros y en pequeños núcleos de población. Cervera siempre contó con una gran importancia política en los siglos X y XI y fue alfoz y cabeza del territorio. Ya en el año 818, se cita a la localidad como “Cirbaria”, en la fundación del monasterio de San Pedro de Naroba en la Liébana cántabra.
Sufrió Cervera una gran despoblación durante la invasión musulmana y en el siglo XI parece fue repoblada por dos monjes lebaniegos y anexionada posteriormente a uno de sus monasterios. Fue asimismo antigua cabeza de la merindad del Condado de Pernía.
Alfonso IX cedió a su hijo la Pernía, Liébana y Cervera que pasaría a formar parte de la merindad de Aguilar.
Los pobladores de Cervera, al avanzar la Reconquista, fueron bajando gradualmente de los altos y castillos a residir a la llanura, época en la que aumentó la población de Cervera, se encauzaron sus ríos, etc.
Desempeñó esta villa un importante papel en los avatares de la Reconquista y los heroicos guerreros cerveranos participaron en la conquista de Baeza de 1227, por lo que la villa recibió ciertos privilegios y mercedes. De tal hazaña histórica provienen sus símbolos heráldicos, las armas reales leonesas y la bordura en rojo con ocho aspas de oro. Alfonso XI (1312-1350) concedió a Cervera aquel famoso apodo de “valor y lealtad” debido al honor y gloria mostrados por sus hombres en la batalla del Salado.
En lo eclesiástico, fue Cervera en origen del obispado de Asturias y, desde el siglo X, pasaría al de León, al que ha estado vinculado hasta el 1 de marzo de 1955 que sería incorporado al de Palencia.
Ya en 1379, Pedro Fernández de Velasco, Señor de Herrera, extendía su señorío a Cervera. De ser esta villa de señorío de los Velasco pasó al Conde de Siruela, habiendo sido el primer conde Fernando de Velasco en 1447, fundador del convento de San Agustín y abuelo del primer Condestable.
Goza Cervera de una cierta característica singular y pintoresca a modo de convergencia entre Castilla y Cantabria, destacando varias casonas hidalgas, bellos soportales y escudos de los Calderón, los Cossío, Vélez de Cossío, Inguanzo, etc. Según el Censo de Floridablanca de una población cerverana de 800 habitantes, 84 eran hidalgos, desde luego, personas muy influyentes en la vida social, económica e histórica de la villa.
Entre los hidalgos que más brillaron en Cervera fueron los de la familia Gutiérrez de Mier, polarizadores de la vida social y religiosa de la villa, que habían venido de las cercanías de Covadonga; ese linaje se estableció también en la cántabra Cabuérniga, otros en Camasobres, Los Redondos y de aquí emigraron a México –uno de ellos sería el bisabuelo del Príncipe de Mónaco, Rainiero; otros vinieron a Cervera, como fue el fundador de la capilla de Santa Ana, de finales del siglo XV: Gutiérrez de Mier, que fue además el gran impulsor de la riqueza artística de Cervera, fiel servidor de los Condestables y sobre manera de Doña Mencía de Mendoza, esposa del Condestable; fortaleció su mayorazgo ese personaje comprando bienes en Burgos, sus alrededores y sobre todo en Cervera. Mientras estaba en la batalla de Granada, su esposa, Doña Mencía, planeaba la construcción de la Casa del Cordón de Burgosasí como la capilla de los Condestables en su catedral. A la vez, su súbdito Gutiérrez de Mier, levantaba el palacio de Cervera, hoy museo de Piedad Isla; y construía, junto a su mujer Isabel de Orense, en 1513, la capilla de Santa Ana con su valioso retablo en cuyo banco se encuentra la valiosa tabla de Juan de Flandes con dos bajorrelieves: en uno, Santa Elena y, en el otro, San Andrés con su Cruz aspada.
La magnífica iglesia parroquial, dedicada a Santa María del Castillo, domina el poblado desde una colina, y parece haber sustituido a otro templo más rústico y humilde. Más adelante el cura, Pedro González de Pineda, inició las obras de construcción de otro templo, acorde con la riqueza de esa capilla, obras que se alargarían hasta el siglo XVII.